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Andrea Legarreta: la estrategia gastada de un gobierno desesperado


Por Miguel Alejandro Rivera

No pensé que un extranjero tuviera propiedades en esta isla. -Sí, y nosotros felices de que así sea, tristes estaríamos de que no hubiera inversiones de fuera. – ¿Por qué? – Porque los lugares prosperan con el talento de todos, nacionales y extranjeros. -Mmm, pero los extranjeros se llevan todas las divisas, ¿no? -Las divisas van y vienen, en lo que se refiere al Emir Karim, prácticamente las deja aquí, porque aquí se las gasta… -Bueno, cada día se aprende algo nuevo, ¿no? -¿Y hoy usted qué aprendió? -Que en verdad son necesarias las inversiones extranjeras. -No lo dude, sin menospreciar las nacionales claro.

El diálogo anterior pertenece a la telenovela Corazón Indomable, una producción de Televisa transmitida en 2013 por el canal dos. Sus 161 capítulos abarcaron de febrero a octubre, tiempo en el cual se discutía en la opinión pública la reforma energética de Enrique Peña Nieto, aprobada en diciembre de ese año.

Más allá de la implicación que pudiera tener dicho diálogo en el desarrollo del melodrama, claramente era un mensaje a la audiencia para romper con las críticas que históricamente la izquierda mexicana, economistas, intelectuales, e incluso un sector priísta, han realizado en torno al ingreso de la inversión extranjera en la industria petrolera, en ese entonces, todavía sector exclusivo de la explotación nacional.

Lo sucedido la semana pasada con Andrea Legarreta en el programa Hoy, donde intentó explicar algunas cuestiones sobre la economía mundial, no es algo nuevo, se trata de la estrategia de un gobierno que surgió y sobrevive gracias a sus profundos lazos con los medios masivos de información y entretenimiento. Mirar a los personajes de la farándula hablar de estos temas como si estuvieran actuando un diálogo de telenovela, parece un grito de ayuda de un gobierno desesperado.

Hasta septiembre de 2015, casi a mitad de su mandato y en el marco de su informe de gobierno, la popularidad de Enrique Peña Nieto bajó de un 40 a un 35% referente al informe trimestral que realiza la casa encuestadora Buendía & Laredo. Además, el estudio mostró que el 65% de los encuestados piensa que el país va por un muy mal camino.

Lo que sufre Peña Nieto es lo mismo que algún día sufrió Felipe Calderón: la falta de legitimidad de un presidente que por más que intenta no se legitima con nada. Después de las elecciones de 2012 y el caso Monex, las reformas no han ayudado ni al Ejecutivo ni al país; Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingan, entre otros sucesos aún no esclarecidos, destrozaron todo intento de Peña por parecer un hombre de Estado: acostumbra irse al extranjero en tiempos de crisis; además la baja del petróleo y el alza del dólar no dan certidumbre a la sociedad.

Pareciera que el aparato gubernamental experimenta con esta especie de “mensajes subliminales” o quizá “superbliminales” (si es que eso existe, y si no ya lo inventaron), para convencer a los mexicanos de que las cosas marchan bien, en un intento de adiestrar a la gente como si fueran los perros de Pávlov, sólo que en lugar de salivar cuando suena la campana, las personas se tranquilizan si en la televisión dicen que todo va a estar bien.

Aunque posteriormente Legarreta hizo responsable a los productores de Hoy, sobre los contenidos del programa, y aún queda pendiente esclarecer quién pagó el comentario, desde hace tiempo el matrimonio entre política y espectáculo ya no puede ocultarse, como los muchos promocionales del Estado de México o Chiapas disfrazados de reportajes turísticos. Incluso, que una telenovela tenga locaciones en determinado estado de la república, literalmente, “no es de gratis”.

De cualquier manera esta estrategia es muy poco elegante y decorosa. Dice la máxima del sociólogo alemán, Jürgen Habermas que “todo comunica”, y esto no comunica más que la triste desesperación de un gobierno que no mitad de sexenio, no puede.

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