La Albert Einstein mexicana, trabaja en taquería para seguir estudiando; nadie la apoya


La joven no entiende cómo hay universitarios que reciben dinero de sus papás o por qué el gobierno le da dinero a los jóvenes que no trabajan y no estudian “¿Cómo rayos les dan dinero si no hacen nada? Yo hago cosas extras aparte de la escuela y el trabajo y no me dan dinero”.

Alondra trabaja de 5 de la tarde a 1 de la mañana en una taquería todos los sábados y domingos para pagarse la escuela y ahorrar para regresar a Nueva York donde su talento matemático la llevó a vivir durante una semana el año pasado.

Enfrenta condiciones de pobreza de una zona insegura de la ciudad. Durante casi dos meses ella y sus dos hermanos sufrieron el abandono de sus padres y los fines de semana escucha los chistes de que una taquera queretana podría ser una Albert Einstein local.

A sus 19 años de edad, Laura Alondra Sánchez Valdés tiene una gran facilidad para las matemáticas y ese gusto por los números se volvió una manera de tener ingresos extras, cuando sus compañeros le empezaron a pagar por hacerles la tarea. Cobraba 20 o 50 pesos, según la complejidad de los ejercicios, pero alguna vez cobró 350 por una sola tarea, muy difícil, que le pidieron de un día para otro.

Ese trabajo extra y su alto promedio escolar hizo que el área de Servicios Escolares del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Querétaro (CECYTEQ) de Menchaca la seleccionara para sumarse al programa Mujeres en STEM, un plan de tutorías para formar a futuras líderes en ciencia, que el año pasado tuvo su campamento en Nueva York.

Alondra y otras tres chicas de Querétaro consiguieron el apoyo del programa de tutoría en México para las áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), así que durante un año se capacitaron cada sábado de 9 a 3 de la tarde en los llamados Puntos México Conectado (PMC) donde recibían las tutorías a través de video llamadas, igual que decenas de chicas del país.

Ese fue el primer problema para muchas de las seleccionadas mexicanas. Algunos de los PMC no estaban cerca de sus casas y las chicas tenían que viajar una noche antes para estar a tiempo en el punto de contacto más cercano. Además, tenían que aceptar acudir a un campamento a Nueva York que para Alondra era un motivo de preocupación.

“Tenía miedo, decían del campamento a Nueva York y pensé que podía ser trata”, dice entre risas. El campamento se realizó entre la última semana de junio y la primera de julio de 2018. Además de los viajes en metro, los museos y el hotel donde se hospedó en Nueva York, Alondra recuerda las conferencias de mujeres latinoamericanas triunfadoras, que las motivaron a soñar.

“Las Mujeres en STEM son mujeres empoderadas en ingeniería, matemáticas, en química, en lo rudo de la ciencia, buscan la equidad de género en la ciencia. Todas las chicas estábamos muy emocionadas y había historias muy fuertes, como la de Maggie, ella no podía caminar, tenía que usar silla de ruedas o bastón y un día en Nueva York nos tocó subir un montón de escaleras, no subían las escaleras eléctricas y Maggie subió sola, dijo que no era un estorbo, que no nos preocupáramos y llegó con mucha mejor actitud que las demás, ahí vi que a veces se nos cierra el mundo por cualquier cosa y todo es voluntad”, recuerda.

UNA HISTORIA COMPLICADA
La historia de Alondra tampoco es fácil. Su papá nunca vio por la familia, “no nos hablaba”, pero un día también su mamá se fue. Alondra de 15 años, su hermano de 10 y su hermana mayor de 18 años se encontraron completamente solos. “No veíamos salida, fue muy complicado”. Entonces su hermana mayor decidió dejar la escuela y asumir todo el peso de la familia.

“Eran inscripciones, útiles para mí y mi hermano el pequeño, que estaba en primaria, yo pasaba de semestre en la prepa y mi hermana no sé de dónde sacó el dinero y nos sacó adelante. Duele contarlo porque no fue fácil, pero mientras más lo hablemos más pronto sana la herida. Mi hermano pequeño se fue para abajo, mi papá no nos hablaba, mi mamá no estaba en casa . La maestra de mi hermano mandó llamar a mi mamá y tuvimos que soltar la verdad, que no queríamos contar, porque nos dolía hablarlo, era soltar diez litros de lágrimas”, recuerda.

Durante dos meses los tres hermanos salieron adelante como pudieron en la zona de San José El Alto, cerca a Menchaca y eso los cambió para siempre. “Aprendimos a trabajar en equipo, a llevarnos bien entre hermanos, veo a mis primos que se pelean entre hermanos, nosotros también tenemos nuestros ratitos, pero aprendimos lo que es ser hermanos de verdad y que no todo va a estar siempre bien, así es la vida”.

La zona donde vive no es tranquila, pero hace años era peor. “Cada 8 días se agarraban a balazos, a piedrazos, bajaban las pastillas de luz, apedreaban los postes y se agarraban a golpes, empezaban el viernes, seguían el sábado, en cuanto empezaba a bajar el sol y nos encerrábamos para que nos tocara”.

Uno de esos pleitos tiró el zaguán de una vecina, que en su desesperación brincó por las casas hasta llegar a la de Alondra, donde la familia vivió el miedo de que la pelea llegara hasta su casa. “No entraron, pero sí nos tocó ver todo muy de cerca”.

Aunque su mamá regresó dos meses después, su hermana ya no regresó a la escuela, porque muchas veces los hermanos tienen que arreglárselas como puedan, por eso a su hermana la ve más como su mamá y su sueño es llevarla a otro país donde Alondra pueda estudiar.

Con todos su papeles listos, buscó una universidad en Estados Unidos para continuar con su educación, pero el dinero no le alcanzó, así que ahora hace estadías en la Universidad Politécnica de Querétaro (UPQ) mientras consigue un nuevo plan.

UN ESFUERZO EXTRA
“Trabajo los fines de semana, hago mi cochinito, porque mi idea era ir a estudiar la universidad a Estados Unidos, pero económicamente no puedo. Ahorita trabajo en un puesto de tacos, antes trabajaba en una cafetería, cuando estaba en la prepa y en las noches hacía las tareas de mis compañeros”, narra.

El esfuerzo extra de Alondra se come las horas de sueño. En la prepa dormía hasta las 2 o 3 de la mañana por hacer las tareas por las que le pagaban y entraba a trabajar a la cafetería a las 8 am. Hoy las cosas no son tan diferentes. Los proyectos de las estadías la hacen dormir de madrugada y se despierta a las 5 am porque tarda dos horas en llegar a la escuela.

“Desde niña me acostumbraron a dormirme tarde y es cansado. En fin de semana duermo ratitos muy pequeños porque trabajo sábado y domingos de 5 a 1 de la mañana en la taquería. Ahí les da mucha risa porque dicen: aquí podremos tener una Albert Einstein y es una taquera”, confiesa Alondra.

Ella no acaba de entender cómo hay universitarios que reciben dinero de sus papás o por qué el gobierno le da dinero a los jóvenes que no trabajan y no estudian, le parece que es un abuso para todos. “¿Cómo rayos les dan dinero si no hacen nada? Yo hago cosas extras aparte de la escuela y el trabajo y no me dan dinero”.

Después del campamento en Nueva York, cuando toda su familia comprobó su talento para las matemáticas, los padres de Alondra ponen más atención a sus hijos, aunque nunca faltan los problemas.

A pesar de su talento, sabe que hay cosas que debe arreglar antes de buscar una oportunidad en otro país. Una de ellas es conseguir dinero para prepararse y otra es dominar el inglés, que no le resulta tan fácil como los números, “pero lo voy a lograr”.

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