La misteriosa y trágica muerte de Natalie Wood: un crucero de placer que terminó en una desaparición nunca aclarada


“El Crucero del Amor” (The Love Boat) fue una serie de tevé Made in USA emitida por la cadena ABC entre 1977 y 1986. Ambientada en un barco que recorría el mundo, era una comedia con toques románticos, de tono amable, y pensada para un público familiar.
(Resumen, La Televisión, Colección Gente testigo del siglo)
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Y no era menos que el crucero del amor ese espléndido yate anclado en la isla Catalina, rincón de millonarios, California, y bautizado Splendour por su dueña, Natalie Wood (43 años), –los ojos negros más bellos de Hollywood en sus días de estrella–, como homenaje y cábala por el híper taquillero film Esplendor en la Hierba, 1961, dirigida por Elia Kazan, con Warren Beatty como coprotagonista.

Los otros a bordo: su marido, el actor Robert Wagner; el actor de moda en ese momento, el antihéroe en la ficción Christoper Walken –un Oscar a mejor de reparto por El Francotirador–, y el capitán del yate, Dennis Davern. Por añadidura, Walker y Natalie eran pareja en el film Brainstorming, en rodaje.

El crucero del amor, pero también de los dólares…

Ella había acumulado una fortuna por otros dos de los treinta films en los que actuó: West Side Story (Amor sin Barreras), 1961, dirigida por Robert Wise, versión de Romeo y Julieta en un barrio pobre del Manhattan de los años 50, donde fue la estrella: el papel de María; y Rebelde sin Causa, 1955, dirigida por Nicholas Ray, y James Dean como partner.

El trío partió de Los Ángeles el viernes 27 de noviembre de 1981. Desembarcaron en la isla Catalina, la recorrieron, y al caer la noche cenaron en el restaurante top Doug´s Harbor Reef. Bebieron más que comieron: dos botellas de vino y dos de champagne. Un litro y medio de alcohol entre tres. Un litro y medio per cápita…

Natalie Wood junto a Robert Wagner, en “El Gato sobre el tejado caliente”
Natalie Wood junto a Robert Wagner, en “El Gato sobre el tejado caliente”

A las diez de la noche volvieron al barco. A la una y media de la madrugada, Robert Wagner le dijo al capitán Davern:
–¡Natalie no está a bordo!
Los tres hombres revisaron el barco palmo a palmo: ni rastros de ella… Y tampoco estaba amarrada la Prince Valiant, lancha inflable que se usaba en trayectos cortos:
–Es posible de Natalie se haya alejado en la lancha –dijo el capitán.
La buscaron con los reflectores de a bordo, y dos horas después la encontraron, … sin Natalie.

Recién a las ocho menos cuarto de la mañana del día siguiente apareció, pero muerta. Flotando entre unas rocas a mil seiscientos metros del yate.

El cuerpo tenía heridas sin importancia en brazos y piernas, tal vez causadas por el golpeteo contra las piedras –algunas, filosas–, y un raspón en la mejilla izquierda.

La autopsia comprobó alto nivel de alcohol en sangre.
Dos semanas de investigación no arribaron a otro resultado que “muerte accidental”. Conjetura policial: quiso alejarse del barco en la lancha inflable, resbaló y cayó al agua. No pudo volver a la lancha –tenía un pesado sacón rojo y un camisón de franela–, no sabía nadar, y el frío y el cansancio terminaron su trabajo…

El Splendour, el yate al que se subió Natalie Wood antes de desaparecer
El Splendour, el yate al que se subió Natalie Wood antes de desaparecer

Pero la verdadera historia, el enigma, la zona oscura, recién salía a escena.

Primera pregunta. ¿Cómo fue posible que en un yate ocupado por cuatro personas, el capitán, Christopher Walken y Robert Wagner, el marido de Natalie, no hubieran descubierto antes la ausencia de la mujer, y tampoco la buscaran más intensamente?

Segunda pregunta. ¿Por qué tardaron tanto en llamar a la guardia costera para denunciar la desaparición?

Tercera pregunta. ¿Por qué Robert Wagner, al notar que Natalie no estaba a la vista en el yate, recién a la una y media de la madrugada fue a su dormitorio y advirtió su ausencia?

Hora de buscar testigos…

Marilyn Wayne, que esa noche estaba en su yate, anclado muy cerca del Splendour, dijo que había oído una voz de mujer pedir socorro, y otra voz que de inmediato respondió “Ya vamos a ayudarte”. Pero no confirmó que esas palabras fueran dichas por Robert y Natalie. “Hay otros barcos, y si sus tripulantes oyeron algo, lo ignoraron. Este es un mundo privado: nadie se mete en las historias de otros”, cerró…

Don Whiting, el gerente del restaurante Doug´s…, le dijo a la policía que Robert Wagner estaba irritado con su mujer. “Un poco antes, alguien de esa mesa estrelló un vaso contra el suelo. El clima entre ellos parecía muy tenso. Discutían a gritos”.

Interrogado por la policía, Wagner negó tener problemas de pareja en esos últimos días, pero al cabo de unas horas admitió que “Christopher y yo tuvimos una pelea muy fuerte. ¿Sobre qué? La carrera profesional contra la vida familiar”.

Confesión sospechosa: no parece una cuestión digna de alcanzar semejantes decibeles…

Sin embargo, deslizó que Natalie “estaba muy deprimida por la falta de trabajo. Nunca más la contrataron para grandes papeles”.

Cierto. Y también es cierto que, después de Esplendor en la Hierba, actuó en catorce films, pero ninguno alcanzó la talla del terceto que hizo de esa mujercita –apenas 1,52– un ídolo para los jóvenes. Quizá se lució más criando a sus dos hijos: Natasha Gregson, de su primer matrimonio, y Courtney Wagner, hijo de Robert, su segunda boda.

Pero comprender esa depresión obliga a rastrear su difícil pasado…

Nació como Natalia Nikolaevna Zakharenko en San Francisco, el 20 de julio de 1938. Sus padres huyeron de Rusia poco antes del parto, y cambiaron el apellido original por “Gurdín”, de modo que a los cuatro años la niña pasó a llamarse Natasha Gurdín.

Su madre, María, bailarina frustrada, ambiciosa, enamorada de las luces de Hollywood, decidió que su hija sería una estrella, la arrastró a cuanto casting pudo, y por fin logró que se convirtiera en una exitosa actriz infantil: cinco películas desde sus siete a sus doce años…

Pero, supersticiosa, vivía bajo una ominosa sombra. Cuando estaba embarazada, una vieja le leyó las manos:
–Su hija será una triunfadora, pero debe tener mucho cuidado con las aguas oscuras…
Resultado acaso fatal: jamás la dejó acercarse al agua, y menos aprender a nadar. Si hubiera aprendido…, ¿se habría salvado aquella noche?

Por supuesto, su misteriosa muerte desató a toda vela las lenguas de los periodistas de chimentos, aunque sus dos emperatrices, Hedda Hopper y Louella Parsons, ya habían muerto…

Lo menos que se dijo: Robert la empujó, enfurecido por sospechar que tenía un affaire con Christoper Walken, nacido durante la filmación de Brainstorming; Natalie descubrió una relación íntima entre los dos hombres, y la pelea acabó con ella en el agua; se descartó el intento de suicidio: en ese caso no se habría alejado con la lancha inflable…, y además sentía terror por el mar. Lana Wood, aunque sin pruebas, acusó siempre a Wagner: “Él la empujó, él la mató”.

La policía cerró el caso con dos palabras: “Muerte accidental”.

Presunción: los tres estaban borrachos –se ignora si drogados: la autopsia de Natalie no reveló droga–, siguieron a bordo la pelea empezada en el restaurante, quizá cambiaron golpes y empujones, y la fatalidad hizo el resto.

El capitán Dennis Davern, un testigo insoslayable, fue ambiguo. Al principio se refugió en el silencio: “No vi nada”.

Más tarde, en 2009, publicó su libro Goodbye Natalie, Goodbye Splendour, y escribió allí: “Me arrepiento de haber callado. La muerte de Natalie fue consecuencia de una pelea con Wagner. Por eso tardó tanto en denunciar que ella no estaba a bordo”.
Cierto o falso, demasiado tarde…

La única verdad es que desapareció esa noche “en las aguas oscuras”.
Lo que aquella vieja leyó en la mano de María Gurdín.
La madre que quiso una estrella…, y la llevó, apenas a sus 43 años, al Cementerio Westwood Village Memorial Park, Los Ángeles.


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